Caminamos por el paraíso. Cada color es perfecto, cada olor es dulce, todo es maravilloso. Es un paraíso, claro. Y caminamos atontados, sonriéntes. Tarareamos una canción feliz. El universo conspira a nuestro favor. De pronto, lo impensado. Caemos en un pozo. Nos rodea la oscuridad, la caída parece no tener fin. Nos sentimos perdidos. Caemos, caemos, caemos. PUM. Nos damos el golpe, duele, lloramos. Somos presa del miedo, cerramos los ojos, no queremos levantarnos por miedo a una nueva caída. Pero llega el día en el que nos cansamos de sufrir y perdemos el miedo. Nos levantamos y abrimos los ojos. Al abrirlos encontramos un nuevo paraíso tanto o más maravilloso que el anterior. Un nuevo paraíso que nos tienta a descubrirlo, a explorarlo. Y allá vamos...
Es un ciclo, hay tantos pozos como paraísos.
Pozos más profundos. Paraísos más brillantes. Pozos pequeños tropiezos. Paraísos no tan vastos.
Tan sólo hay que perder el miedo a la caída para disfrutar del paraíso y pensar siempre que tenemos muchos paraísos por delante.
Yo me cansé de sufrir. Me aferré al borde para no caer y me estanqué en un paraíso sumido en la oscuridad. Es hora de dejarme caer. Mi paraíso está mutando.
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